“En general, cada día me convenzo más de que el único remedio que se puede
oponer a este mal (la propagación de las ideas liberales) que amenaza la
tranquilidad interior de todos los estados, no puede encontrarse más que en un acuerdo perfecto entre todas las
potencias, que deben reunir francamente todos sus medios y esfuerzos para ahogar por todas partes ese espíritu revolucionario, que los tres
últimos del reinado de Napoleón en Francia han desarrollado con más fuerza y
peligros que en los primeros años de la Revolución Francesa.”
Klemens von Metternich, 1817.
El presente ejercicio tiene por objeto ser un ejemplo adecuado de
comentario de texto histórico para los alumnos que cursan 1º de bachillerato en
la asignatura Historia del Mundo Contemporáneo.
Las líneas que son objeto de comentario forman parte de un discurso
pronunciado en 1817, de manera textual, siendo los hechos históricos narrados
contemporáneos a dicho discurso y por tanto el texto es una fuente primaria. Al
ser un manifiesto político, se podría clasificar como un texto histórico –
circunstancial, cuyo tema principal no puede ser otro que político.
El autor del texto es Klemens von Metternich, ministro de asuntos
exteriores y primer ministro austríaco, mano derecha del emperador del Imperio
Austro-Húngaro y principal coordinador del Congreso de Viena de 1815, acontecimiento
muy cercano a las ideas del texto, como veremos.
En cuanto a las ideas recogidas en su manifiesto, Metternich destaca como
idea principal la necesidad de que las principales potencias absolutistas del
continente europeo se unan para evitar con más facilidad que alguna revolución
destrone a cualquiera de sus monarcas. Desarrolla entre las ideas secundarias
el terrible daño que la revolución francesa ha hecho, mencionando a su mayor
enemigo, Napoleón Bonaparte. La necesidad de ayuda mutua y la tolerancia cero
hacia la difusión de ideas relacionadas con el liberalismo político también
forman parte de esas ideas secundarias.
Para llegar a entender cómo alguien de tan importante calado como
Metternich hace estas declaraciones debemos remontarnos a los hechos que han
propiciado las ideas vertidas en 1817. Y no pueden ser otros hechos que las
revoluciones que se llevan a cabo a principios del siglo XIX (y finales del
XVIII) contra los regímenes absolutistas y la desigual e injusta sociedad del
antiguo régimen. En concreto, y por alusiones en el texto, hay que tomar como
causa los estragos y los cambios que se producen tras la revolución francesa,
que comienza en 1789, derrotando a la monarquía absoluta, pasando por la
guillotina a Luís XVI y que termina con Napoleón tratando de expandir sus ideas
liberales a través de conquistas militares por toda Europa, actuando de manera
totalitaria en Francia, toda una contradicción.
Tras la caída de Napoleón y en perfecto contexto con nuestro manifiesto, se
reúnen en Viena en 1815 las principales potencias absolutistas para sentar las
bases de la restauración de la monarquía absoluta, no sin antes establecer las
reglas del juego geopolítico en Europa, dando legitimidad divina a su corona y
repartiéndose los territorios conquistados por Napoleón de forma equilibrada.
Además, acuerdan ayudarse entre sí en caso de levantamiento revolucionario
contra alguno de ellos, en lo que se ha dado en llamar en la historia la Santa
Alianza.
No pasó mucho tiempo para que este acuerdo se tuviera que poner en marcha.
Fue precisamente en España donde en 1820, el general Rafael de Riego restituyó
la Constitución de 1812 a través de un pronunciamiento, lo que le costó ser
derrotado por los 100.000 Hijos de San Luís en aplicación de los acuerdos de la
Santa Alianza.
Pero el descontento y la expansión de las ideas liberales eran imparables
en Europa, sucediéndose ideas revolucionarias en los años cercanos no sólo
a 1820, sino también a 1830 (acabando con el absolutismo) y 1848, cuando nació
la II República Francesa. Movimientos liberales, obreros y nacionalistas
surgieron por toda Europa para cambiar el mapa sustancialmente, dejando claro
que el absolutismo era cosa del pasado.
Nuestra sociedad y los países de hoy en día son fruto de lo que ocurrió en
aquellos tiempos. Nuestro sistema político parlamentario, la separación de
poderes, o naciones independientes como la República Checa, Hungría o Polonia,
le deben a estos sucesos su propia existencia y los historiadores le dieron la
importancia que se merece estableciendo en esos momentos el nacimiento de la
Era Contemporánea.